sábado, julio 23, 2005

Esquizofrenia - Introduccion (1a parte)

Las silenciosas llamas reflejaban su mirada entre el paulatino contraste gradual de dulces colores que habitan el fuego ; bailaban con una tranquilidad infinita siguiendo el ritmo de la música que tímidamente se deslizaba por sus oídos, cavando en lo más profundo, alimentando cada una de las células de su interior por la continua dosis de calurosas ondas.

Sus ojos parecían estar atados a las llamas por una fija mirada penetrante, testigo de los sentimientos que reinaban en él. Bruscamente, las sombras de las llamas se balancearon, empujadas por un intenso temblor procedente de un trueno feroz, o quizás otra explosión causada por una bomba del ejército que se apoderaba poco a poco del territorio, asustando incluso a los tranquilos objetos que yacían descansando en el seno de la mesa. Desconocía la causa de la guerra, y le parecía un hecho ridículo. El temblor rugió de nuevo…silencioso…emanando así unas ruidosas gotas de lluvia que resbalaban en el eterno y oscuro color del apagado cielo nocturno, a capella con las explosiones que no cesaban. Superaban el volumen de la música, interrumpiendo el sueño de sus más profundas emociones... La protesta cesó.

Quiso traducir su pesada exaltación a las amarillentas hojas del cuaderno. La estéril punta del bolígrafo besó la cara de la hoja, siendo incapaz de mostrarle lo que realmente sentía. Contempló inquietamente la melancólica hoja virgen.

Congelado, preso de las notas, gérmenes de la primera estación (“The First Season”), canción en la que Frusciante presenta sus seductoras melodías, desenmascara la espléndida obra : atmosféricas vibraciones conjugadas con afónicas corrientes sonoras, conducidas por la dominante voz del cantante...única forma por la que sus dolores y miedos perecían, abriendo las puertas a las extensas alteraciones espirituales, aurigas de su existencia, su vida.

Sus sentidos se apagan, eclipsándose el aburrido contacto con el entorno material, excitando así los esperados y prodigiosos paraísos sobrenaturales.

No era un sentimiento divino lo que experimentaba, sino un ascenso gradual, irreal, de los ocultos seres internos. Este sentimiento se repetía en varias ocasiones, pero esta vez parecía ser muy distinto.

Se había encerrado en su habitación tras ver el reportaje sobre James Nachtwey, fotógrafo que recorría todo el mundo que percibimos, visitando los más humildes y pobres rincones del triste planeta… Se identificaba con las historias de Nachtwey puesto que vivía en condiciones similares a las que observaba en el reportaje... Casi nunca veía la televisión, porque no le aportaba nada nuevo, excepto algunos hechos interesantes como la vida de este valiente fotógrafo. Éste exteriorizaba el inconmensurable sufrimiento y tormento que devoraba numerosas familias por la muerte de un ser querido, la pérdida de un territorio natal, el hambre... Revelaba la trágica invalidez de la sociedad, manifestando el uso inmoral que el ser humano hace del mundo. Cada fotografía era un símbolo de la supuesta realidad, por la cual mostraba a los demás la crueldad que reside en muchas personas abriendo paso a la invasión del sufrir en incontables almas, apagando definitivamente su fuego de vida...

“Si respetamos a la gente con la que tratamos, nos aceptarán, por consiguiente, nos aceptaremos a nosotros mismos”. Fue una frase de Nachtwey que resonó durante varias horas en su cabeza. La violencia es un comportamiento inmoral (quizás natural) y desalmado del ser humano.
Sentía que esas fotografías, imágenes y palabras habían alterado su naturaleza, parecía ser una nueva persona surgida de este entrecruzamiento de emociones, que contemplaba las cosas con más claridad.