lunes, julio 25, 2005

Esquizofrenia - Amor al sueño (3a parte)

Esta ataxia quizás procedía de una esquizofrenia ignorada... Tenía la impresión de estar apartado del mundo que conocía. Sentía cómo el sucio olor de la soledad se deslizaba lentamente por el ahogado aire que le rodeaba, adentrándose en aquella energía absorvente. Al mismo tiempo aquella soledad se convertía en un hogar agradable. Se alejaba del resto de almas materiales.

Dominado por la catalepsia, disfrutaba de aquella situación ajena de fuerzas exteriores, menos las que le transmitían los “seres musicales”; enterrado en la indiferencia. El canto de la lluvia era un simple recuerdo lejano. No conseguía saber el tiempo que pasaba, parecía no existir, si eran días los que transcurrían, meses, años...quizás se había liberado de todas aquellas reglas en las que se encontraba sumergido.


Siempre se había sentido olvidado y abandonado. Ahora parecía que toda aquella gente inexistente que siempre quiso tener cerca estaba a su alrededor.

Todo su cuerpo estaba coordinado y se ajustaba a aquellos ritmos que le hacían vibrar, de forma que si todo parase ya no sería el mismo ser. Se dio cuenta de que tenía que permanecer allí. Era su vida, su todo. Se introducía en un mundo donde el horizonte no existía, el maravilloso cielo dominaba incluso la tierra. No era el cielo que conocía, sino un vacío lleno de melodías que relfejaban su ingrávida ascensión. Aquel vacío para la vista fue tomando forma. Los “seres musicales”eran moldeados cuidadosamente. Esta forma era extraña al espacio y al tiempo, irrealidad con la que se identificaba. Lo irreal se convertía en lo real. Era incapaz de establecer una cierta conexión con todo aquello, pues esto no poseía estructura en la que se pudiera apoyar para entenderlo.

Quizás era una simple dualidad de su propio ser, una escéptica transformación espiritual que carece de identidad. El significado del tiempo se difuminaba en el vacío, olvidado, insignificante, abandonado es lo insubstancial. La espacialidad se hundía igualmente, pues se priva de sentido al no ser temporalizado. Estas dos estructuras, tiempo y espacio, le eran necesarias para conocer el resto de las cosas, pero probablemente esta nueva realidad que le invitaba no precisaba de tiempo y espacio.

En algunos momentos parecía que todo aquello transparentaba su propia personalidad. Era una lucha contra el desconocimiento del yo, oculto hasta entonces por la propia existencia tangible.
Necesitaba encontrar un significado a lo que sus sentidos le ofrecían descubrir. Se esfumaba, las fuertes emociones presas en su interior cubrían todo existir inicial.

El hecho de encontrar una base en la que apoyarse era inevitable, dejar aquel indescifrable estado, pero se daba cuenta de que era precisamente esa turbidez la que le proporcionaba el disfrute. Si todo era un simple sueño, quería que durase eternamente, y de hecho lo hacía por la inexistencia del tiempo.

Aquel ritmo era como el agua para el cuerpo: esencia de toda vida. Sentía indiferencia por todo, pues todo aquel resplandor contrarrestaba toda experiencia. Solamente sentía su respirar, mudo y sepultado en la convergencia de tiernas vibraciones inhumanas, ya innecesario, pues no era lo que le mantenía en vida. El oxígeno se convertía en simple amnesia.

Pensó que podía haber nacido en aquel mundo, pues le resultaba muy familiar.